Carlos Arturo Guisarre
El mundo entero está en crisis. Estados Unidos no logra levantar sus cifras de desempleo, en Europa los gobiernos renuncian o son derrotados en las urnas cuando procuran la reelección y en Japón la tierra tiembla a diario bajo los pies de las grandes empresas exportadoras.
Sin embargo, al mirar hacia los BRIC (Brasil, Rusia, La India y China) pareciera que sus bases económicas son de otro planeta, debido a que muestran cifras de crecimiento aceptables sin comprometer las finanzas públicas con deuda y sin dejar de hacer cuantiosas inversiones en infraestructura.
El caso de Brasil es especial, porque de este grupo es el único que no se encuentra en Asia (Rusia es mitad asiática, mitad europea), además de que tiene una sólida tradición de alternancia del poder político.
En China o Rusia existe la posibilidad de que el Gobierno expropie empresas extranjeras, pero Brasil ha demostrado que la propiedad privada es sagrada para las autoridades, aun con dos gobiernos de izquierda consecutivos. La India tiene un pobreza espantosa y la mitad de su población sumida en el analfabetismo, mientras que Brasil, pese a las favelas, cuenta con una masa crítica de trabajadores que, cuando menos, es superior a la de La India.
Entonces Brasil combina varias bondades: un territorio extenso que aloja una población controlada, seguridad jurídica, bastos recursos naturales que exceden la demanda interna y autoridades decididas a invertir el exceso de capitales en reserva en prestar a los países pequeños como República Dominicana, para que hagan obras como el Metro de Santo Domingo.
La calificadora Standard and Poor’s asignó a la deuda pública de Brasil el grado de inversión «BBB» por su «bajo crecimiento» del producto interno bruto de 2.7%. Es probable que no observaran las cuantiosas inversiones que hace el país para celebrar la Copa Mundial de Fútbol 2014 y las Olimpíadas de Río de Janeiro en 2016, que analistas proyectan rondará los 100 billones de dólares y creará 600 mil empleos directos.
Lo que sí observan es que la presidenta Dilma Rousseff señala a la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) como el villano de la política monetaria regional, por sus tasas de interés que rozan cero, lo que resta valor al Dólar, aprecia el Real Brasileño, y trae como consecuencia la pérdida de competitividad de las exportaciones del país. Ese «jalón de orejas» lo hizo en una visita a Washington y luego en la Cumbre de las Américas 2012.
Las calificadoras de inversión, sea S&P o cualquier otra, son excelentes instrumentos políticos. Su labor de «meter miedo» a los poseedores del capital global provocó que diversos gobernantes de izquierda, alérgicos al Fondo Monetario Internacional (FMI), fueran sustituidos por autoridades más «abiertas» a las políticas de libre mercado.
La baja calificación es una reacción a las acusaciones de Brasil de que el presidente de la Fed, Ben Bernanke aplica medidas de «dinero fácil» con bajas tasas de interés. Al ministro de Hacienda brasileño, Guido Mantega, se le atribuye haber acuñado el concepto de «guerra de divisas» para describir las ventajas que reciben los exportadores cuando un país devalúa su moneda.
En otras palabras, la estrategia de crecimiento de Brasil es exportadora, por lo que le conviene un Real Brasileño devaluado frente al Dólar. Cuando la Fed aplica tasas bajas de interés, la moneda de Brasil toma valor y las exportaciones se hacen más caras o menos competitivas.
Mantega fue el primero en decir que las grandes economías han desatado una guerra comercial no en base a la calidad de su producción, sino sobre la base de devaluar su propia moneda para que los costos de producción bajen y los precios de los productos sean más asequibles. A eso se refiere el funcionario brasileño cuando habla de «Guerra de Divisas».
El mango es una de las frutas tropicales más exquisitas. Cuando era niño, los árboles que daban este fruto estaban en cualquier parte, plantados por los vecinos de la comunidad en sus casas o en las aceras.
Por lo general, las «matas de mango» estaban al alcance de los niños y estos estaban ávidos de tumbar alguno. Lo interesante es que «la mata» podía estar repleta de mangos verdes, pero quienes lanzábamos pedradas siempre teníamos nuestra vista fija en el mango maduro, «amarillito», «jugosito», ese que de seguro se podría pelar hasta con la mano y que tenía más «carne» que una pechuga de pollo.
Eso le pasa a Brasil, es el mango maduro entre todos los mandos verdes del árbol económico correspondiente a occidente. Al recibir el año pasado más de 50 billones dólares en inversión extranjera productiva, se gana la envidia de las demás naciones y el celo del gran capital internacional que ya está anclado en otra latitud menos afortunada.
Como el Banco Central de Brasil informó sobre este valor histórico, Standard and Poor’s busca echar agua a la fiesta, en beneficio de poderosos capitales estadounidenses que no pueden salir la quebrada Europa, con piedras de una calificación que se han merecido países con mucho menor desempeño financiero.